domingo, 16 de noviembre de 2014

Qué hacer cuando pierdes tu vida ganándola

- ¿Te acuerdas de esta armónica? Me la regaló papá cuando cumplí los ocho años.
- Claro que me acuerdo, cómo olvidarla. Eras terriblemente insoportable, no dejabas de tocar la misma melodía... Qué digo yo, la misma nota.
- Es cierto, sólo tocaba una nota y me negaba a probar otra.
- Además no era una nota usual. No era un do o un re... Creo que era un sol sostenido. Sonaba terrible.
- ¡Y tú te ponías tan nerviosa!
- Sí, claro. Tenía ganas de matarte. Había cumplido los quince años y pensaba que eras completamente estúpido. Recuerdo una discusión que tuvimos. Estuviste llorando toda la tarde y papá  me castigó en mi cuarto. Me pasé el tiempo escuchando Kiss y pensando que verdaderamente todos estabais aliados contra mí y que ellos  eran completamente estúpidos por no quitarte la armónica.
- Recuerdo ese día con mucho dolor...
- ¿De veras?
- Es que dijiste cosas terribles... Algo así como que os pasabais la vida aplaudiéndome como si estuviera haciendo una obra de arte cuando verdaderamente no estaba haciendo absolutamente nada. Esas son palabras muy duras para un niño. Soltaste sin compasión que estabais aplaudiendo al vacío, que te sentías como en un estadio en el que el público aplaude la intención de alguien que está quieto.
- Caray, cómo te acuerdas.
- Claro que me acuerdo, me acuerdo perfectamente. La primera decepción con la vida y con uno mismo no se olvida tan fácilmente. Me sentía avergonzado y sentía que tú no estabas orgulloso de mí.
- Vaya... Cuánto lo siento... Era sólo una cría.
- Sí, y dejé de tocar, ¿te acuerdas? No volví a ver ese maldito instrumento. Y pensar lo ilusionado que estaba... Era en esa época cuando dejaste de salir con aquél chico tan extraño... Aquél que tenía un piercing que a mamá no le gustaba.
- Lo recuerdo, siempre que podía le decía que estaría mucho más atractivo sin él. Nuestra madre siempre tan sutil...
- Es cierto. No sé si lo recuerdas, pero te pasaste meses llorando con un dramatismo exagerado. Cuando llamaba a la puerta de tu habitación siempre decías que nadie te entendía. 
- Lo pasé muy mal, era mi primer amor.
- Estuviste tanto tiempo llorando que pensé que tenía que hacer algo y encontré un método. Como estaba cansado de ver las armónicas en los dibujitos animados pensé que no sería tan difícil aprender a tocarla. Estuve practicando todas las notas para encontrar la melodía exacta. El Sol sostenido se parecía tanto a tu llanto... Además, como siempre llorabas por el mismo motivo pensé que podría ayudarte el detalle que sólo tocara una nota. Estuve días preocupado en perfeccionar el sonido, en hacer que te hiciera sentir acompañada.
Quería que supieras que yo no te entendía, pero que podía llegar a entenderte si me dejabas. Quería que supieras que no importa quién te quiera en una etapa, que no importa quién aparezca en tu vida por casualidad, que no importa que derrumben todo lo que has construido. Porque yo estaba dispuesto a aprender a llorar contigo. Porque eres mi hermana mayor, porque siempre he admirado todo lo que haces y porque si pudiera, habría calmado todo tu dolor. Pero a ti no te bastaba eso... Tú sólo pensabas en las demás notas que creías que yo aún era incapaz de tocar. No eras consciente de todo el esfuerzo que estaba detrás del sol sostenido, de nuestro sol sostenido; de la capacidad que has hecho en mí de sostener el sol para que puedas verlo siempre ahí estático, en nuestro cielo.


Este diálogo puede ser una acumulación de palabras mal montadas
o puede tratarse de una vida.

Puede que nos sintamos identificados con alguno de los personajes,
o puede que seamos un reflejo de ambos.

Si le echo imaginación puedo verme en el lugar de ese hermano pequeño que -lleno de ilusiones y amor- acaba dolido. Pobre hermano pequeño que piensa que todo lo que ofrece desde la bondad y la gratuidad va a ser acogido.
¿Pobre o afortunado? Se me antoja esa pregunta cuando me veo fascinadoa por la certitud de saber que la historia no acaba aquí, ¿o es que creéis que el niño dejó de amar a su hermana lo más mínimo? Está claro que no hizo eso.
Buscó otra manera para hacerla feliz sin descanso. A él no le importaba todo lo molesto que pudiera parecer, porque no tenía elección. Cuando uno quiere de verdad no tiene la elección de decir “ya basta, estoy cansado”. Porque el objetivo no es conseguir una medalla conmemorativa, un premio Nobel del amor. La gran preocupación es regalar todo lo que se tiene llegando más allá, regenerándose en busca de nuevas salidas para ayudar con lo posible y lo imposible. Nada más importa.
Y cuando el hermano pequeño ve al fin la alegría de su hermana se siente dichoso y en paz. No le importa ser él el motivo, no le importa poder satisfacer su ego reflejado en ella. Le preocupa lo simple, porque así son los niños; porque así es el amor.




Por otra parte, por una parte mucho más terrible; también he sido la hermana mayor. Me he creído reina de mi caos, incomprendida, sufridora de lo que los demás han decidido hacer con mi vida, víctima de un mundo en el que me han pegado sin preguntar.
Es entonces cuando, en mi habitación a oscuras alguien abre la puerta para prestarme ayuda y yo me incorporo enervada. Veo un resquicio de luz y prefiero revolcarme en la facilidad de mi autocompasión. La tranquilidad de sentirme reina y diosa de mi miseria; querer que se aleje todo lo que pueda modificarla.
Muchas veces he cerrado ventanales de luz solar simplemente porque pensaba que mi luz estaba encerrada en esa bombilla ya fundida. He despreciado un amor gratuito por querer sentirme realizada con un amor complicado y divertido. Divertido hasta que me doy cuenta de que me han prometido que una bombilla puede alumbrar mi vida para siempre.
Entonces me siento estúpida y avergonzada y siento que no merezco que nadie me salve de mis monstruos.
Entonces me doy cuenta de que mi hermano haría cualquier cosa por mí y siento que no lo merezco y que no lo mereceré jamás.
Y no me lo niego.
Es obvio que nunca voy a merecer el amor, porque el amor no es merecido, es regalado. No es un aplauso hecho sentimientos, es un abrazo hecho vida.

1 comentario: