jueves, 20 de junio de 2019

Les Fiambres

Quién soporta la perversión
de ser sensible
entre tanta farsa sin farándula,
entre tantos novios de tan poco amor,
entre tanta imperfección que ahoga,
entre cuerpos feos con mentes despiadadas,
horrendos, míos,
nuestros.

Por qué tener lacrimal
en momentos donde
ni la muerte podría, donde
la vida no importa,
-otra vez,
desagradecida-, donde
vencimos y venceremos,
destruyendo la escala de Mohs,
poco a poco, tan lentos que
¿para qué?
¿Quién quiere
triunfar a los veinte años?
Ególatras, drogadictos, protagonistas…
Quién no envidiaría 
cada juventud. No tenéis ojos
cleptómanos,
no tenéis piedad para
despojar a la vejez
de lo que aún le queda. (Nada).

Por qué ser tan sensible
entre tantos fiambres,
subdesarrollo en las casas,
con mamá, papá, los hermanos,
exigencias de córtame la sal,
pásame la carne,
méteme en la boca
la hendidura,
no me comprendes. Otra vez.
Entre todos a una y
nadie conmigo.

Quién te pregunta con tu voz
de noche (llorando)
en la vorágine del estómago,
un examen que no me importa
y añade:
¿por qué es más poderoso mi miedo
que mis manos?
y ¿por qué no me abraza nadie?

casi nunca, digo

no solo hoy que hace calor
lejos del viento
lejos del aire
lejos de la gente a la que amo
que me aman, me desaman,
me utilizan, persisten.

Quién permite tanta dominación de la tristeza
sin cuerpos que se anclen a mí
como aquel barco plantado
en una rotonda de barrio obrero,
encarcelado en tierra
entre calles donde siguen intentando
que madres olviden
a sus hijos muertos por la droga y
el sistema, la precariedad, la pobreza;
una melancolía que se ancla a mí
como los alcaldes que se van
diciendo adiós con una elegancia
tan cálida tan fría. Tan falsa.

Por qué no gritamos
todos juntos
sobre las tumbas, que nos construyen
(a nosotros),
nos lapidan y un
somos menos.
No somos casi nada,
y volvemos a casa a oscuras
arrastrando las piernas,
meando en esquinas,
escupiendo en carretera,
manchándonos el pelo.
Con pavor
porque somos menos.

Iremos deshaciéndonos
poco a poco,
con los dientes podridos,
toda epidermis cayendo,
pocas cosas a las que agarrarnos.
Aceras tan vacías
que envidiaremos
a los que se salvan
a través de la música;
que componen solos en sus cuartos,
que componen sin que nadie vea,
entonces, cuando nadie los ve,
son ellos.
Y envidiaremos;
por otro lado,
a los que saben rezar
con autoridad clemente,
que tienen más que los que pecan solos,
porque tienen fe absorbente, colectiva.
Y preservaremos un espacio;
para aquellos que más allá son
Batania: poeta que escribe en contenedores
donde confiesa que solo necesita
la narrativa,
y yo, este collar,
y tú, la mochila de cincuenta euros,
todos la lengua
para
hablar de la Ópera más que a ella,
hablar de Fellini más que a la vida dulce,
hablar de la forma sin contenido,
pedir otra piel en tatuajes.
Que sean nuestros, que nos pertenezcan,
que nos miren para hacernos otros,
para las ideas preconcebidas,
para crear humanos a cada gusto,
con maquillaje, sujetador, pendientes,
con discurso célebre, masculinidad suave, (cobardía)
torpes.

Una tristeza que continúa esa vuelta
apretándome la barriga
un use of english, el futuro del idioma
hello, salut, tanke…
¿Cómo se decía
dávida o fárrago?
Si no me entiendes a medias lenguas.
Si no me entiendo
ni al inventarme otras palabras
de creativos Cortázares falsos
o niños cínicos.
Si tampoco leo tanto,
qué me queda,
en este mundo de gente tan pánfila,
tan repugnantemente egoísta.

Solo entonces, solo ahora,
nos rompemos. Vemos el mensaje
en la botella:

Sed de la lámpara el color,
dejad la luz
para más adelante.

domingo, 16 de junio de 2019

13. Sobre la ciudad intrusiva

Te fascina tanto la ciudad que todos los chicos que se te cruzan, te gustan. Sales a la calle pensando que encierran un naranjo o azahares; piensas que tienen entre los intestinos jardines y setos. Sabes que es mentira, que tú lo creas. Lo absorbes –como todo-, poco te parece.

Cómo te envidio. Ojalá comer, ojalá beber, ojalá, fumar, ojalá extasiarme de sexo, de vida, de fe. Ojalá un absoluto tan impresionante como el que tú le das a estas callejuelas de serpientes, a esas lagartijas al sol y plazas en mayo.

Yo en cambio, casi todos los días extraño algo. Combato con un estómago en el interior de otro estómago. Lo llamo ansiedad, para normalizarlo, para desfilarlo, para mostrarlo. No se calma, se inquieta como un pez que será pescado entre las redes. Yo echo de menos a alguien, casi todo el tiempo. Piso las líneas o piso los colores, nunca sin dividirlos. Hablo por teléfono y al colgar llamo a otra persona. Me pinto los labios para estudiar, me pinto las uñas para escribir, me como un helado, bebo agua, leo bellezas y traumas.

 ¿Sabes cuánto te envidio? No lo sabes.