domingo, 19 de enero de 2014

Pretérito imperfecto. Pretérito perfecto. Presente.


"No estoy seguro de que yo exista, en realidad". Soy todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todas las mujeres que he amado. Todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados...". Jorge Luis Borges

Yo deseaba vivir sabiendo meter y sacar a las personas de mi vida con la facilidad que hacían todos a mi alrededor. Quería ser una chica tranquila, segura de mí misma, no estar siempre con el ansia entre los dedos. No quería seguir soñando, quería hacer realidad mis deseos (aunque mis deseos no dependieran de mí). Quería dejar mi revoltijo de dudas y emociones. Quería que me quisieran por ser igual, no por ser diferente. No quería esa sensibilidad contra la que he tenido que luchar tantas veces. Esas ganas de llorar por los demás, por mí, por pena, por alegría. Quería mirar una página en blanco y ver esa página y no lo que "podría estar escrito". Todo lo quería, todo me faltaba.
Ahora echo la vista atrás, pensando en ese pasado que tanto odiaba, y estoy orgullosa de mí misma. Hacer las cosas a mi manera han permitido que hoy vea el mundo desde otro punto de vista. Lo digo porque lo sé, porque lo he probado todo.
 He sido insegura, he sido cruel, me han llamado fea, me han insultado, me he avergonzado de quién soy y de las personas que más quiero en mi vida, he llorado, he culpado a quien no tenía la culpa, he estado sola, he bajado la cabeza, he golpeado cosas, he gritado, he buscado soluciones desde mi inmadurez: 
me he disfrazado, he usado tacones, vestidos, faldas, lentillas de colores, extensiones, he probado, he disfrutado, he cambiado completamente mi cuerpo, he tonteado con chicos que no me importaban en absoluto sólo por cómo me hacían sentir, me han llamado guapa, divertida, simpática, me han llamado única después y antes de haber llamado únicas a otras cuantas, me he gastado el dinero que no tenía comprando cosas que no quería, he hecho el ridículo y he quedado como la mejor, he girado la cabeza a lo que soy para enseñar lo que querían que fuera...Y me he dado cuenta de que no puedo: no puedo mirar a una persona y ver sólo lo que quieren que vea. 
Es un sentimiento vacío llegar a la cama derrotada y mirar el techo de mi cuarto sin encontrar nada que me haga ser feliz y muchas cosas que me hagan disfrutar. Sé perfectamente lo que es el vacío de los domingos, sentarte y querer que el tiempo pase, para huir del aburrimiento y la insatisfacción. Esa sensación que te produce la montaña rusa cuando ya has bajado y la miras a lo lejos, los besos que no se dan cuando hay que darlos, o que se dan cuando no hay que darlos, el último día de vacaciones, el día de reyes cuando creces... 

Ya he probado el no quererme nada, he conseguido lo que siempre había buscado y me he dado cuenta de que no era lo que realmente buscaba, entonces me he encontrado a mí misma tan confusa que no he sabido ni quién soy. Me he pasado media vida huyendo de mí y otra media vida buscando soluciones. No me imaginaba que mi solución la tenía yo. 
Pero un día la encontré. Me dí cuenta de que no puedes comparar a un chico que te adora una noche en la que estás maravillosa con otro al que enseñas lo peor de ti y te sonríe. Todo cambia si pones amor en lo que haces, en las personas, en ti mismo.  
Por eso, no voy a permitirme ser una entre un millón. Yo nunca pongo a nadie entre un millón, porque cada persona me proporciona cosas diferentes. Es cierto que hay personas que te curan y personas que te hieren, pero tienes en tus manos decidir con cuales quieres compartir tu vida.  Y como quiero formar parte del primer grupo estoy dispuesta a hacer del domingo el mejor día de la semana y de la vida, magia.