domingo, 15 de diciembre de 2013

Tesis de Peter Pan

Hace unas semanas y hasta ahora me he estado leyendo un libro. Para algunos será algo infantil y pensaréis que la novela (escrita por James M.Barrie) narra un cuento para entretener, pero no es así. "Peter Pan" esconde mucha simbología y secretos. Poco a poco me he dado cuenta de que todo lo que cuenta es real, es más, se ha dado la casualidad de que he tenido el placer de conocer al mismo protagonista.

Peter Pan es un niño y esto es algo que diferencia esta historia de las demás. Como cualquier niño no quiere crecer, porque siendo un niño se divierte. A medida que vas leyendo la novela te das cuenta de que no es un niño normal. A parte del poder de volar, tiene otros poderes magnéticos que hacen que alrededor todos quieran acercarse a él, parecerse a él, llevarse bien con él, mejorar con él. Pero para Peter sólo es un juego.

El título de la novela es muy importante. Normalmente no me agrada que un libro se titule como el protagonista (lo veo algo simple y poco sugerente) pero en este caso no hay lugar a dudas: tiene que ser así porque toda, absolutamente toda la historia gira en torno a él. Los niños perdidos, las sirenas, los indios, las hadas, los animales... Todos le conocen, todos le necesitan y sin él, Nunca Jamás no sería nada más que un sueño en la mente de un niño, sin fructificar. Por otro lado, los piratas lo odian y desean acabar con él. Garfio vive para matarlo y estoy segura de que si él no estuviera la existencia del pirata no tendría sentido.

Entrando en materia profunda se ve que James M. Barrie es consciente del peligro de las mujeres y os aseguro que su fatalidad puede llegar a ser más peligrosa que los ataques piratas. Las mujeres que aparecen en la vida de Peter son personajes muy distintos entre sí:
Las sirenas son personajes que no se describen en la obra porque no tienen mucha influencia en el transcurso del libro. Ellas viven en la laguna y Peter sabe donde tiene que ir para buscarlas. No pueden entrar en la trama como cualquier otra de las mujeres porque Peter sólo va a por ellas para pasar el rato y divertirse.
Tigridia es un personaje que me cuesta analizar. La princesa india tiene su propia personalidad, dignidad y orgullo. Es exótica, misteriosa y completamente distinta a Peter. Esto le llama mucho la atención, porque como ya sabemos, los niños dejan llevar por la curiosidad. Las cosas cambian cuando Peter la salva de morir ahogada. Él lo hace sin intención, sin darle importancia, simplemente hace lo que cree que tiene que hacer. Pero ella se lo agradecerá siempre aunque Peter no logre entenderlo.
Campanilla es el hada de Peter Pan, la persona que más lo ha querido, que más lo ha cuidado, que incluso está dispuesta a dar su vida por él. El problema de campanilla son los celos y el odio que manifiesta hacia las mujeres que se acercan a Peter (especialmente hacia Wendy). Tampoco se da cuenta aquí del amor de Campanilla, simplente se enfada con ella y le resta importancia, aún sabiendo que Campanilla nunca lo abandonará.
En último lugar tenemos a Wendy. Parece que el personaje principal de la obra, pero realmente es un personaje pasajero. Ella entra en su vida y se asienta haciéndose dueña de ciertos aspectos (algo nuevo contra lo que nunca ha combatido nuestro protagonita). Al principio todo parece un juego y ambos disfrutan. El problema es que ella quiere algo más y él no sabe dárselo, entonces en el momento que él cree poder dárselo ella decide irse porque tiene miedo a quedarse en Nunca Jamás, quiere crecer, quiere hacer su vida. No pudo hacer que Peter se fuera al mundo real, ni tuvo la valentía de quedarse ella en Nunca Jamás.
Campanilla y Wendy tienen en común: ambas sienten a Peter como algo suyo (aunque de distinta manera).

¿Por qué ocurrirá todo esto? Me he preguntado toda mi infancia y me pregunto ahora mientras leo el libro... Porque Peter Pan tiene ese algo que hace que sea el protagonista de esta obra, algo que hace que el que conoce su historia no se quede indiferente.
 
"Vivirá en tu corazón para siempre" (anuncio de la pelicula de Walt Disney)

domingo, 24 de noviembre de 2013

EL ODIO

No debería estar permitido jugar con esa palabra, y mucho menos con ese sentimiento.
Cuando dices que odias a alguien te sientes más grande, te sientes más fuerte, más seguro, más poderoso, más claro. Intentando negarte a ti mismo en tu propia confusión. El odio no es lo que piensas. El odio no es esa fuerza que hace que te arda algo por dentro. Eso es rabia.
El odio es vacío y hueco. No es indiferencia (ni intento de la misma). El odio es deseo, ansia de mal hacia alguien. El odio es tajante y no duda, porque es odio. Es el inverso al amor, eso está claro. Todos sabemos que el amor mueve el mundo, pero el odio es capaz de paralizarlo. Y no sé si podéis haceros una idea de lo fuerte que tiene que ser un sentimiento para ser capaz de combatir contra lo más grande que tenemos: el amor.

Ojalá nunca supierais lo que es el odio. Gracias a Dios yo nunca lo he sentido pero he jugado con el miedo al odio (y os puedo decir que no he llegado ni a rozarlo). Por desgracia sí lo he visto y he formado parte del odio producido por la incomprensión, por el desengaño, por la necesidad y por la carencia. He visto odio lleno de dolor después de los sentimientos más grandes, de una vida conjunta y de deseos rotos. Digamos que si el amor no se sabe cuidar acaba desencadenando una serie de peticiones incumplidas y peligrosamente llega al odio. Yo no quiero eso, nacer de una cosa y crecer de la inversa. Os entiendo. Os quiero. Pero no os comparto.

Yo creo que el odio es algo así como un "don" o "cualidad", pienso que cualquiera no puede levantarse un día y odiar. Debe tener mucho desecho interior, mucha angustia, mucha impotencia... O que hayan tirado uno de sus pilares. Se tiene que trabajar, se tiene que tener una mente muy complicada y a veces perversa para odiar.

Y tú, cariño, no la tienes, estás jugando a un juego en el que siempre vas a perder, siempre vas a quedar el último. Porque has nacido para amar, y así eres grande.
 
Foto: sineestesia.

¿Por qué se odia? Se odia porque se muere.
¿Por qué se muere? Se muere porque se vive. 
Y así va este cuento.

jueves, 19 de septiembre de 2013

La pituitaria.

-Bienvenida a nuestra consulta, señorita. Hemos estado planteando su propuesta, pero consideramos que se trata de un caso de amputación de miembros que esta clínica no está dispuesta a permitir.
- Pero... Doctor ¡no puede hacerme eso!
-Señorita, de verdad, no la comprendo.
- Inténtelo, haga un esfuerzo por el amor de Dios... No puedo seguir así.
- Deme al menos una explicación, algo en lo que apoyarme.
- Veamos, necesito una operación ¿acaso no es esto una clínica de cirugía plástica?
- Si señorita, pero...
-¿Acaso no es usted un doctor?
-Lo soy, sí.
- ¿Acaso no sería yo una buena paciente?
- Sería usted una magnífica paciente.
- ¿Acaso se siente incapaz?
- Perdóneme, pero creo que se está pasando...
-¡¿Acaso no es esto un país libre?!
-¡Claro que lo es!
- ¿Acaso no soy una mujer con derecho y dignidad?
-Señora, usted está en pleno derecho, lo que no comprendo es porque...
-Señorita, llámeme señorita.
-Perdone, señorita.
- Tengo pleno derecho a operarme la nariz, o acaso usted lo desmiente...
- ¡No! Claro que no ¿por quién me toma?
- Entonces no veo el problema.
-Claro que lo hay señora, usted quiere estirparse la nariz, ¿qué clase de mutilación quiere hacerse?
-Llámeme señorita, haga el favor...
-Es incomprensible, de veras... Usted es muy joven, no tiene la necesidad de dañarse de esa manera.
- No, doctor. No es así, no lo entiende pero lo hago por lo contrario. Para no sufrir más.
- ¿Para no sufrir más? ¡qué barbaridad me está diciendo!
- Doctor, no pido que me estirpe la nariz... Sólo un poquito... La pituitaria.
-¡Pero la necesita para el olfato!
- ¡Ha dado en el clavo!
-¡¿Qué dice?!
- Mire doctor, mi gran problema es el olor. Me voy a explicar, pero no me interrumpa. Resulta que conocí a un chico. Un chico de estos que tienen los ojos tristes...(ya sabe cómo son). Lo conocí de improviso, por casualidad, yo estaba preparada para semejante huracán. Usted debe saber a estas alturas que los horrores más catastróficos ocurren por casualidad. No me voy a ir por las ramas... El caso es que vivimos juntos, bueno, convivimos durante nueve meses y luego se marchó. Supongo que por casualidad también, doctor, pero estoy destrozada ¿sabe?
-Lo entiendo señorita... Pero qué tiene que ver con...
- ¡No interrumpa! ¿Sabe que es lo peor y mi mayor problema? ¡Su olor! Su maldito olor, doctor... Huele de maravilla, no puedo hacer nada contra eso. Lo probé todo, hice una quemada en casa de papeles para que se fuera, regalé la mitad de ropa, desinfecté el baño con mi madre, seis veces... Y aún sigue. Y no sólo en casa, a veces me pilla por la calle y no estoy preparada para tal disgusto. Huele a él por todas partes... Ya no puedo pasear por la playa, porque él huele como el mar. Pero no sólo eso, tampoco puedo pasear por mi ciudad porque está repleta de naranjos que también huelen como él. Y las fresas, pero sólo las pequeñitas, y los libros nuevos... Es por esto, doctor, ¿lo comprende ahora? no quiero volver a oler nunca más.

jueves, 5 de septiembre de 2013

¿Quién coloca los lunares?

Me gustaría saberlo, es una duda que constantemente ronda por mi mente. Estoy casi segura de que alguien los coloca con cierta malicia, para que no olvides a la persona. Es un pequeño detalle que puede cambiar la imagen de una persona.
Ansiados lunares. Que se buscan a tientas en la oscuridad o se persiguen a plena luz del día. Esas ganas de encontrarle todos los lunares a alguien. Desordenados, esparcidos como por casualidad. Deseados lunares que son buscados con los dedos, con la lengua, con el corazón. Algo tan amado como pequeño. Tan invisible, tan diferente, tan personal, tan... tú.


miércoles, 24 de julio de 2013

Frank R. Stockton - La dama o el tigre.

Se dice que en la remota antigüedad vivió un rey semi-bárbaro que administraba justicia de un modo a la vez espectacular y caprichoso. Para castigar los delitos especialmente graves había imaginado una singular ordalía. El acusado era conducido cierto día señalado a la arena de un circo en cuyas gradas se encontraba reunido todo el pueblo. Ante él había dos puertas. Tras una de ellas aguardaba un tigre hambriento, el más fiero que se había podido conseguir para la ocasión; tras la otra estaba una hermosa doncella, atractiva y virginal. Sólo el rey conocía al inquilino que aguardaba en cada puerta. El reo debía elegir forzosa e inmediatamente una u otra de ellas: en ambos casos, su suerte estaba echada. Si aparecía la fiera, moría destrozado en pocos segundos; si salía la dama, debía desposarla sin dilación y con la mayor pompa, apadrinado por el propio monarca, derogándose cualquier matrimonio o compromiso que pudiera antes haber contraído.
En cierta ocasión, un criminal estaba acusado de un delito especialmente grave. Siendo un simple plebeyo, se había atrevido a cortejar en secreto a la hija única del rey y ésta había correspondido apasionada y clandestinamente a su amor. Se revisaron todas las jaulas de los tigres del reino, para elegir entre las bestias más salvajes y crueles al más feroz de los monstruos; los jueces más competentes examinaron las huestes de doncellas jóvenes y hermosas de todo el país para proporcionar al joven una novia apropiada, en caso de que el azar no le otorgara un destino diferente.  
Llegó el día fijado y todo estaba listo. Se dio la señal. Una puerta se abrió debajo de la asamblea real, y el amado de la princesa entró a la arena. 
Mientras el joven avanzaba por la arena, se dio vuelta, como era la costumbre, para saludar al rey; pero él no pensaba en el real personaje: sus ojos se fijaron en la princesa, sentada a la derecha de su padre. 

Desde el instante del decreto que decidía el juicio de su enamorado en el circo real no había pensado, ni de noche ni de día, sino en este gran acontecimiento y las diversas circunstancias que lo rodeaban. Consiguió lo que nadie había logrado antes: poseer el secreto de las puertas. Sabía en cuál de los dos recintos estaba la jaula abierta del tigre y en cuál esperaba la dama. 
Y no sólo sabía en cuál recinto estaba la dama lista, sino que también sabía quién era ella. Era una de las más hermosas y encantadoras doncellas de la corte, elegida para recompensar al joven acusado si llegaba a demostrar que era inocente del crimen de pretender a una persona de tan elevada situación; y la princesa la odiaba. Muchas veces le había parecido que los ojos de ella se detenían en el rostro de su amado y que esas miradas eran advertidas y correspondidas. De vez en cuando los había visto conversando juntos; sólo durante uno o dos minutos, pero mucho puede decirse aun en tan breve lapso. Quizás hablaran sobre temas sin ninguna importancia, mas, ¿cómo saberlo? La muchacha era encantadora, pero se había atrevido a levantar sus ojos hasta el elegido de la princesa; y, con toda la intensidad de su sangre salvaje, ella odiaba a esa mujer que temblaba ruborosa detrás de esa silenciosa puerta.
Cuando el joven se dio vuelta y sus ojos se encontraron con los ojos de la princesa, allí sentada, más pálida y más blanca que ninguna, entre el océano de caras ansiosas que la rodeaba. La única esperanza cierta del acusado era la posibilidad de que la princesa descubriera el misterio; y en el instante de mirarla comprendió que ella lo había descubierto, como su espíritu en el fondo suponía.
Entonces, con una mirada rápida y ansiosa, preguntó:“¿Cuál?”
Ella lo comprendió tan claramente como si se lo hubiera gritado. Levantó la mano e hizo un leve y rápido movimiento hacia la derecha. Sólo su amado lo vio. Todos los ojos, excepto los suyos, estaban fijos sobre el hombre de la arena.
Él se dio vuelta, y con paso firme y rápido cruzó el espacio vacío. Todos los corazones cesaron de latir, todas las respiraciones se contuvieron, todos los ojos se inmovilizaron y se clavaron en el hombre. Sin la menor vacilación, él se acercó a la puerta de la derecha y la abrió.

¿Salió el tigre por esa puerta, o salió la doncella? Este es el nudo de la historia.
Mientras más lo pensamos, más difícil nos parece la respuesta. Tiene implícito un estudio del corazón humano que nos llevaría a través de complicados laberintos pasionales, de donde es muy difícil salir. Piénsenlo bien, queridos lectores, no como si la decisión dependiera de ustedes mismos, sino de esa apasionada princesa, con su alma debatiéndose entre los dos ruegos combinados de la desesperación y de los celos. Ella ya lo había perdido: ¿quién lo poseería ahora?
¡Cuántas veces, en sus horas de vigilia, un salvaje horror la había consumido! ¡Y cuántas veces se había cubierto el rostro con las manos, al imaginar que su amado abría la puerta donde las crueles garras del tigre lo esperaban!
Pero ¡cuántas veces más, en esas mismas horas de vigilia, había soñado, casi vivido, que su amado se encontraba en la otra puerta! Y en esos dolientes ensueños, ¡cómo había apretado los dientes, y se había tirado el cabello, al vislumbrar su gesto de deleite al abrir la puerta y encontrarse con la bella muchacha! ¡En qué agonía se había encendido su alma, cuando lo veía precipitarse hacia esa mujer, con las mejillas ardientes y los ojos brillantes de triunfo; cuando lo veía conducirla del brazo, con todo el cuerpo enardecido por la alegría de la multitud, y el loco repiqueteo de las campanas felices; cuando veía al ministro acercarse con su séquito jovial hasta la pareja y convertirlos en marido y mujer ante sus propios ojos; y cuando los veía alejarse, juntos, sobre un camino de flores, perseguidos por los alaridos tremendos de la alegre multitud, donde su solitario grito de desesperación se perdía y naufragaba!
¿No sería mejor que él muriera al instante, y fuera a esperarla en la eternidad?
¡Y, sin embargo, ese horrendo tigre, esos gritos, esa sangre!
Su decisión había sido tomada en un instante, pero sólo después de noches y días de angustiosa meditación. Ella sabía que él preguntaría, había decidido su respuesta y, sin la menor vacilación, había movido su mano hacia la derecha.
Este asunto de su decisión no puede ser encarado con ninguna ligereza, y no tengo la pretensión de considerarme capaz de resolverlo. Y por lo tanto, lo dejo en las manos de los lectores: ¿Quién salió por la puerta abierta? ¿La dama o el tigre?



Cuando era pequeña leí este cuento y no me gustó. No lo comprendía y solía preguntarle a la gente qué final preferían ellos. "¿Y tú?" me preguntaban. Pero no lo sabía.
Habría sido bonito decir que quería que el hombre fuera feliz sin la princesa. Tan bonito como irreal. Pensaba que si de verdad la amaba, el muchacho elegiría la muerte antes de vivir haciendo daño a la persona que más quería en el mundo... Por otra parte si la princesa realmente lo amaba no dejaría que muriera. 
Ahora con diecisiete años, lo veo distinto. La princesa era como el tigre. Pero tenía en sus manos la felicidad del muchacho.

Aún así cabe preguntarse ¿Quién salió por la puerta abierta? 
¿La dama o el tigre?

miércoles, 26 de junio de 2013

Hacíamos mundos donde encontré las maravillas que se esconden en los niños.

No pensábamos en un "para siempre" pero tampoco veíamos el fin. Nuestra relación era como el mar, redonda, pero no infinita.

El mundo dejó de ser negro, dejó de ser precipicio, oscuridad, miedo.

Tu me enseñaste el amarillo alegre y yo te insinué mi tristeza azul, y ahora míranos. Poco a poco cogiste la paleta y nos enseñamos a hacer un color claro y suave, un color equilibrado, verde.

Con el lienzo vacío, vuelvo a ser el melancólico azul, y a tú ese amarillo vibrante y en paz. Y ni siquiera son los que eran.
Yo ya no sé cómo se pintaba con los dedos, ensunciándome la vida.
Sólo me queda el pincel de la duda. Sólo te queda la duda de mi pincel.

Llego al punto de quedar  saciada pero insatisfecha.


miércoles, 5 de junio de 2013

No te rindas mientras haya canciones que te animen, frases que te definan, miradas ocasionales y sonrisas que iluminen la ciudad.

Llega un momento de tu vida en el que te toca mudar la piel, cambiar todo lo pasado y crear algo nuevo, o renovar lo antiguo. Esos son los momentos más decisivos, en los que te encuentras cara a cara contigo mismo; con tus dudas, con tus miedos, con tus deseos, con tus defectos y virtudes. Llega la hora de mirarte y decir, AQUÍ ESTOY, ASÍ SOY. A partir de ahí tu decides, si prefieres sacar lo mejor de ti y ofrecerlo a los demás o prefieres guardarlo para ti y mostrar solo la fachada. Yo lo tengo claro, sólo voy a vivir una vida, y aunque fueran más, estoy segura de no tendría las mismas oportunidades, no sería igual. Por lo que, yo quiero dar lo mejor de mí y sobretodo ser feliz. Para eso, la vida te enseña una serie de pautas, que debes ir aprendiendo a base de errores, que tú y solo tú puedes cambiar.

Nunca tengas autocompasión, jamás, si no consigues algo es porque no luchaste lo suficiente. La vida da muchas vueltas y el que la sigue la consigue. Y si no, tienes la certeza de haber sacado lo mejor de ti.
No trates a las personas con desprecio, no sabes por lo que han pasado, y aún así no tienes derecho para juzgar a alguien. Deja espacio a las personas para recapacitar.
Uno de los peores defectos que tenemos los adolescentes es la instantaniedad. Queremos todo ahora, ya. No podemos esperar un poco más, nos conformamos con cualquier cosa que sea fácil e inmediata. Debes ser paciente, con los demás y contigo mismo. Nada inmediato tiene resultados eternamente positivos.
No juegues con las personas, nunca uses chantaje emocional. Y si lo haces, rectifica.
Piensa  todos hemos necesitado que alguien lo haga por nosotros alguna vez , por eso mismo debemos estar dispuestos a ofrecerlo. Todo lo que hagas, hazlo con amor, tendrá buenos resultados, el amor es la norma universal.

Ahora toca divertirnos un poco en lo que nos queda de día, vamos a disfrutar de la vida, a reirnos, a pasarlo bien, a escuchar música (sea buena o mala) a correr, a evadirnos, pero siendo conscientes de cada paso que damos y de la FUERZA INTERIOR que todos llevamos dentro.
Además, no puedes rendirte ahora, estas muy cerca de conseguirlo. No te autocastigues, todos cometemos errores y siempre habrá alguien dispuesto a perdonarlos si de verdad te quiere. Y si no te quiere ¿de verdad lo necesitas en tu vida?
Confía en ti mismo y en la vida. En los caminos que debes seguir, porque tarde o temprano volverás a tu rumbo.
No dejes que nadie te impida ser feliz y exprésate, aunque no te escuchen, aunque no te lean. Si no lo hacen, probablemente sea por miedo, ya que no todo el mundo es tan valiente como para escuchar cosas que rozan el alma. No todos somos capaces de desnudarnos de superficialidades ante nosotros mismos y vernos al completo, sin adornos. Eso si que es desnudez, la desnudez del alma.

Yo en este texto, párrafos, líneas, letras con todo lo que conlleva (quebraderos de cabeza, algunas canciones que duelen escuchar, recuerdos...) estoy dando un paso. Os estoy enseñando un pedazo de mí, de lo que soy, de mis ideas, de lo que siento.

¿Por qué? Porque quiero recordaros a todos y por supuesto a mí, que estoy dispuesta a ser FELIZ.