viernes, 1 de febrero de 2019

9. Sobre las despedidas

Solo con el paso del tiempo aprendí a dignificar las despedidas. Sin moqueos supeditados a la imposibilidad de aprovechar, a la angustia de perder siempre algo, aunque fuera algo que nunca nadie de ningún modo desearía. Solo con el paso del tiempo dejé de quererlo todo, con una gula insaciable de anhelar quedarme en Francia o en Vigo, pero también en el campamento, en la ruta o en Santiago. Entendí que no siempre es una buena postura permanecer, que irse puede suponer la decisión más pura. Lo retuve, lo retengo, trato de recordármelo como un eslogan, consigna o dogma. No es cuanto más mejor, es cuanto más yo, cuanto mejor me husmee.


Ante todo, la tranquilidad de saber que se puede volver, si no es ahora dentro de unas horas, meses, días, años. Volver, no como Cernuda, volver porque hay un espacio al que pertenecimos y un lugar que nos pertenece. Volver por apenas un instante de comprensión con el otro, por una conversación perdidos en un campo catalán, por un amanecer en el Tayrona, por un portal tras ver la película de Neruda. Volver aunque sea a ti. Solo. Sin exagerar los adioses, con pañuelos rojos, gafas de sol, estaciones, cámaras, acción y

"Sigue, sigue adelante y no regreses, 
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
 No eches de menos un destino más fácil,
 Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
 Tus ojos frente a lo antes nunca visto."

volver también como Cernuda. 

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