jueves, 12 de febrero de 2015

Dos voces que hablaban sin sonido

- La chica de ojos negros- me sentenciaste. Yo te miraba fijamente.
- Tengo los ojos marrón- dije la primera vez.
Tú me callabas con un beso.
No eran besos cuidadosos, ni siquiera estoy segura de si me besaba a mi o a un fantasma.
                                                                                                                             o a su cabecita (él era capaz).
Pasaba el tiempo y yo estaba deseando que me miraras. 
Me dolían los dientes de apretarlos contra la vida.
«Mírame» 
Pero siempre buscabas una excusa para cerrar los ojos. 
Y me prometiste que el amor era eso: 
estar con el aire justo y exceso de agua.
Yo no encontraba la superficie.
Ya ni sabía si la superficie existía o eran mis ojos inundados.
¿Podría reanimarme?
Un buen día, en uno de tus gritos internos te dio por mirar antes de saltar:
- No tienes los ojos negros- yo tenía ganas de llorar pero no era capaz de quitar el tapón que me ahogaba.
Tú te enfadaste con mi iris, con el amor y aunque no lo sabías con tu cuento.
Entonces dijiste que yo.
Yo agaché la cabeza, porque tampoco lo tenía claro. 
Pero el amor no era eso.
Abriste el tapón y me dijiste:
- Si quieres, vete.
Y aunque tenías la mano cerrada sujetando el objeto yo saqué los pies de mi bañera. Y empecé a llorarme.
Ya no quedaba agua en mi
nunca pudiste volver a tapar el agujero.
Acabaste con un artilugio inútil y la frente alta.
Pero yo ya no te escuchaba porque tengo los ojos marrones. Porque la magia no se ve si no crees en ella. Porque pensabas que era un maniquí.
- El amor no es eso - digo hoy.
- Entonces ¿qué es?- me dicen unos ojos redondos.
- Todo.

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