domingo, 16 de junio de 2019

13. Sobre la ciudad intrusiva

Te fascina tanto la ciudad que todos los chicos que se te cruzan, te gustan. Sales a la calle pensando que encierran un naranjo o azahares; piensas que tienen entre los intestinos jardines y setos. Sabes que es mentira, que tú lo creas. Lo absorbes –como todo-, poco te parece.

Cómo te envidio. Ojalá comer, ojalá beber, ojalá, fumar, ojalá extasiarme de sexo, de vida, de fe. Ojalá un absoluto tan impresionante como el que tú le das a estas callejuelas de serpientes, a esas lagartijas al sol y plazas en mayo.

Yo en cambio, casi todos los días extraño algo. Combato con un estómago en el interior de otro estómago. Lo llamo ansiedad, para normalizarlo, para desfilarlo, para mostrarlo. No se calma, se inquieta como un pez que será pescado entre las redes. Yo echo de menos a alguien, casi todo el tiempo. Piso las líneas o piso los colores, nunca sin dividirlos. Hablo por teléfono y al colgar llamo a otra persona. Me pinto los labios para estudiar, me pinto las uñas para escribir, me como un helado, bebo agua, leo bellezas y traumas.

 ¿Sabes cuánto te envidio? No lo sabes.

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