He de confesar que tengo pérdidas
dispares de identidad:
A veces el tomate me sabe a fresco y a
veces odio respirar por encima del agua.
Otras veces encuentro mi madriguera en
un hostal, donde jamás podría administrar mi cordura.
El concepto se vuelve insano y me tira
del pelo. Me recorta las pestañas jugando a que son mi papel.
A que mi papel es ponerme delante de
toda ese concepto inadecuado de existencia y actuar como si no fuera
un holograma de lo que quiero ser; normas ortográficas, normas de
tráfico, la ley ordinaria y todos esos deseos de comprender, de
actuar comprendiendo lo inexistente. Coloreamos lo invisible para
convencernos de una realidad tan abstracta como improvisación dramática.
Jugamos a discutir nuestra creación,
nuestra coexistencia por defecto. Dueños supremos de la mentira de
vivir, de la ganancia efímera. Solemos caminar por la calle mirando
al suelo, contando los pasos que nos alejan de la certeza de que no
somos.
- Yo soy. Yo soy porque yo como,
bebo, beso.
Bobo. La necesidad nos reafirma en esta
matemática de la vida, en esta incoherencia de repetir palabras,
expresiones, de usar las letras que encajen con ese corto
cinematográfico que trata de un caracol que estornuda. Es divertido, porque nos convencemos de la climatología del entorno del molusco,
que ni siquiera es un caracol, y su estornudo es sólo una actuación
para plasmar una realidad que nunca es tan concreta como narramos.
Así me siento, en el precipicio, colgando las piernas.
Mirando la gente pasarme por encima para saltar. Escuchando como no
saben, cómo solo sufren sensaciones y experiencias, cómo la
frustración sale de nuestra piel para alimentarse de nuestra carne
putrefacta. Facta, facta, facta.
Es que estas luchas sin gong son muy
tristes, porque nadie sabe cuando toca aplaudir. Es que me veo en
medio de la oscuridad blanca. Veo cómo os acostáis con vuestra
propia soledad y por la mañana le pedís que se vista de novela
romántica. Me pido a gritos no dejarme acompañar por el absoluto.
Comprendo mi incomprensión. Susurro que mañana, mañana puede ser
el día, que ayer no estuvo tan mal, y que hoy vamos a aprender.
Mi secuestrador ha decidido desatarme,
el amor ha decidido que ya es hora de ser autosuficiente. Padezco un
horrible síndrome de estocolmo al sentirme parte de algo tan real
como el pasado. No quiero salir de esta casa, quiero ser explotada
por la dulzura del sentimiento.
Tanteo la corteza terrestre, el magma
de lo que no es. Los estudios superiores de cultura y
compresión banal, espiritual, intransigente.
JAZZ desordenado. Cabellos engominados.
Unas manos que moldean la duda epíteta del hombre. Torpes. Torpes
engreídos que levantan la cabeza. Que no tienen cosquillas pero son
quisquillosos. Vértigo de todo, ancla ausente. Las posibles vidas de
la reina en la jugada de ajedrez.
Doctor, la hemos perdido. ¿Cómo decías que te llamabas?
Ay, ya no lo sé.
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