-Mamá, creo que estoy enamorada-
sentencia Paula mientras su madre separa su cabello en tres mechones.
- ¿Ah, sí?- no levanta la mirada del
pelo de su hija.
- Sí, mamá. Estoy enamorada y esta
vez va en serio.- Paula frunce el ceño- No es como cuando tenía
cuatro años.
- Claro, ya tienes cinco.
- Claro y me he enamorado como las
chicas mayores. Como tú. Mamá, ¿cómo te enamoraste de papá?
Paula gira la cabeza en un intento de
mirar a su madre. Ésta la vuelve a colocar en la posición inicial,
con firmeza pero sin perder dulzura.
-Mamá, cuéntame cómo conociste a
papá.
Su madre mueve las manos con agilidad
componiendo la trenza. Su mente empieza a pasear por los recuerdos de
un pasado remoto. Como si de una película de los ochenta
se tratara, empieza a ver su vida como mera espectadora ajena a la
obra.
Se ilumina levemente una habitación
amplia. Es el salón de una casa con decoración rústica. La sala
está dividida por una barra de madera que permite ver el interior de
la cocina y una fila de innumerables botellas. Varios chicos juegan a
mezclar líquidos que finalmente acabarán bebiendo demostrando su
hombría y que acabarán recordando las próximas veinticuatro horas. En el
tocadiscos suena una vieja canción de los Blue Brothers. Los
adolescentes mueven sus cuerpos de un lados otro. Unos
llevan en su mano una cerveza, otros llevan vasos con el más
variopinto de los alcoholes. Están bastante esparcidos.
En una esquina de la sala un chico con
barba negra y ojos rasgados baraja las cartas. Tiene las mangas
remangadas y mueve sus dedos con rapidez invitando a la chica que
tiene en frente. Ella, como respuesta, se coloca bien las gafas y
señala una. Horas después sería la que le haría magia a él con un
beso.
También con gafas, un chico mira
fijamente un cuadro en el centro de la sala. Las personas pasan por su
lado sin que él se inmute. Tiene los ojos expectantes. Le propinan
un empujón desde atrás que hace caer sus gafas cuadradas. Segundos
después sonríe. “Ya lo entiendo todo”.
Momo está sentada en la moqueta
blanda. Tiene frente a ella sus pies. Los ladea al ritmo de la
música. Aparentemente se diría que está aburrida pero anda
disfrutando de su propia compañía. Mueve los pies como si fueran un
reloj: tic-tac “esta es mi canción favorita de los Blue Brothers”
tic-tac.
Liberto suelta una carcajada. Uno de
los presentes le sugiere que saque la guitarra. Todos le secundan.
Liberto no tiene ganas. Está sentado en sofá rodeado de sus amigos.
La guitarra está debajo de la mesa bajita que tienen delante. Siguen
insistiendo y recoge la guitarra asqueado.
Alguien levanta la punta del tocadiscos
rayando la superficie del vinilo.
Mientras, Liberto ha acabado
de afinar la guitarra. Empieza a tocar varias notas de una conocida
canción. Todos se sonríen y la cantan al compás desafinados.
Algunos se pasan los brazos por encima y bailan medio borrachos.
Liberto frunce el ceño mirando los acordes. De repente, tiene una
sensación extraña y levanta la cabeza.
Justo en frente, una chica
le mira fijamente. Tiene el pelo castaño y corto, a la altura de la
barbilla. El flequillo parece querer acariciar sus cejas. Lleva un
vestido ajustado de rayas blancas y azules y le llega por los
tobillos. Lleva un calcetín más alto que otro y unos zapatos
marrón. En la mano izquierda lleva un reloj negro. Alrededor del
cuello descansa un collar con un ancla de plata que podría pasar
desapercibida, pero que es lo primero que llamó la atención de
Liberto. Sus labios rojos parecen asqueados. Están rodeados por dos lunares
(uno encima y otro en el mentón) que, curiosos, danzan por su cara.
Tiene unas largas pestañas curvadas que enmarcan su mirada fija en
él, tranquila, desafiante.
Ha parado de sonar la
canción de los Blue Brothers. De repente el reloj mental de Momo ha
dejado de funcionar. Ha soltado un reproche cuando todos
se han puesto a cantar una de esas horribles canciones que todo el
mundo conoce, pero que nadie debería conocer. Momo se ha levantado
del suelo, ha visto cómo su pequeño ritual silencioso se ha visto
invadido por el ruido ajeno. Ha buscado culpables y lo ha encontrado
a él.
Justo en frente, en chico
levanta la cabeza y la mira. Tiene el pelo negro y muy liso. Parece
algo despeinado, los mechones caen por su frente y algunos le
acarician la nuca moviéndose cuando él ha levantado la cabeza.
Tiene los ojos muy oscuros y grandes. Responden curiosos a la mirada
que ella le lanza. Enseguida deja de mirarla y vuelve a fijarse
en las cuerdas de su guitarra. Tiene los labios y la nuez muy
marcados. Es extremadamente delgado y de su oreja izquierda (la única
que ella alcanza a ver, dado que él está mirando la guitarra) está
perforada por dos diminutos aros de plata. Sigue tocando un buen rato
y de vez en cuando levanta la vista para mirar a Momo. Le regala
media sonrisa para hacerla rabiar y sigue tocando.
Momo levanta una ceja.
Cuando a Liberto le empiezan
a doler los dedos deja el instrumento bajo la mesa. Momo se coloca frente al tocadiscos
y cuidadosamente lo hace funcionar.
Liberto la mira de reojo. Ya
son menos que antes, y los que quedan en la sala no están muy
sobrios. Momo se sienta de nuevo en la moqueta, en la posición inicial. Comienza a mirarse
los pies “living is easy with eyes closed...”
- ¿Alguna vez has fumado? -
Liberto le regala media sonrisa. Ella niega molesta – prueba esto.
Te va a gustar.
Momo mira al horizonte,
intenta que note sus intentos de ignorarle. Liberto se sienta a su
lado. Huele a leña quemada. Sigue sonriendo mientras estira las
piernas. Empieza a mover los pies al compás y se pone a cantar.
Tiene la voz ronca y grave.
Momo gira bruscamente la
cabeza para mirarlo. Él deja de cantar y da una calada.
- Aunque quizás no te
guste. Puede que sea demasiado fuerte.
Ella se lo arrebata de las
manos y lo aspira un par de veces. Minutos después tiene los ojos
terriblemente rojos.
- Creo que es la primera vez
que entiendo esta canción
Liberto suelta una carcajada
-Pues verás cariño. Es una
historia muy larga. Resulta que tu padre y yo trabajábamos juntos en
la misma oficina y un día él llevaba puesto unos cascos con el volumen muy altos y
estaba escuchando una canción de mi grupo preferido: The Smiths-
sentencia Momo colocando una gomilla en el pelo de su hija y dando
por concluida la trenza, la conversación y Strawberry Fields.
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